martes, 5 de noviembre de 2013

¿Dónde están los tesoros?




"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón"  Mateo 6, 19-23

Cuando pensamos en Tesoros, quizás lo primero que se nos venga en mente sea un cofrecito lleno  monedas de oros, perlas y quizás unos cuantos rubíes y diamantes. También quizás se nos venga en mente la idea  de que están enterrados y que podríamos encontrar uno en  alguna playa que visitemos.   Muy a lo Hollywood. 

Pero también hay otras ideas como las misteriosas que nos cuentan los libros y las leyendas. Sea cual sea, un elemento une a estas historias: Los tesoros son Riquezas monetarias,  tangibles y lo más importante:  Nos pueden hacer ricos.


La idea de Riqueza,  es tan antigua como el hombre. Podríamos decir nacemos, vivimos por ella. De alguna manera tratamos de alcanzarla como el burrito que  sigue a la zanahoria.  Pero ¿ Qué tan real pueden ser las  riquezas?  

Sabemos que existe un 10% de la población mundial que es  rico, sufrimos por injusticias sociales debido a ello todo el tiempo. Sabemos también que no te pueden dar felicidad, pero crea las condiciones.  Y lo más importante,  también sabemos,  pero siempre lo olvidamos : Las riquezas pueden permanecer en el tiempo, pero nosotros no.  No somos inmortales y cruel " Destino" nunca lo seremos...

El mismo Maestro lo dijo, y nos dejó un acertijo: " ...porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón" 

¿ Qué habrá querido decir?

 Esta mañana encontré esta bella historia.  Podría darnos una pista, de las muchas que se necesitan. 

"Una mujer sabia que viajaba por las montañas, encontró una piedra preciosa en un arroyo. Al día siguiente se encontró con otro viajero que estaba hambriento, y la mujer sabia abrió su bolsa para compartir su comida. El hambriento viajero vio la piedra preciosa y le preguntó a la mujer si se la daba. La mujer lo hizo sin dudar. El viajero partió, alegrándose de su buena fortuna. Él sabía que la piedra valía lo suficiente para darle seguridad por toda la vida. Pero unos días más tarde volvió a devolverle la piedra a la mujer sabia. "He estado pensando", dijo, "lo que vale la piedra, pero te la devuelvo con la esperanza de que me puedas dar algo aún más precioso. Dame lo que tienes dentro de ti que te permitió darme la piedra". 


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